La tranquilidad de Barichara es impasible. En este pequeño municipio del departamento de Santander se respira calma las 24 horas del día, y ni la visita de miles de colombianos y extranjeros al año logra moverlo de su pasividad.

Sus calles adoquinadas, sus iglesias perfectamente conservadas y sus paredes blancas mezcladas con una paleta de azules, verdes, amarillos y rojos de sus puertas y ventanas atrapan la mirada contemplativa y seducen la lente de los fotógrafos, que agradecemos la falta de construcciones altas y las radiantes luces a cualquier hora del día mientras el sol esté brillando.

Vivirla, respirarla, caminar por sus calles y convertir sus luces y sombras en fotografías es una de esas actividades que nos grita todo el tiempo que la vida de viajero es inigualable.

Decía Henri Cartier Bresson que la fotografía es la conexión entre el cerebro, el ojo y el alma. Y así conectamos las nuestras con Barichara, una joya más de nuestra Colombia.

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