Los preparativos terminaron y La Jebi empezó a rodar. La puerta de nuestra casa se cerró a las 7:00 am del miércoles 6 de Agosto y 600 metros más adelante ya estábamos recorriendo el camino que nos conduciría a nuestra primera parada: Bogotá.

La capital de Colombia fue siempre un destino recurrente en nuestras vidas, al ser nosotros fanáticos de los conciertos de rock y esta ciudad la única en el país con una oferta decente de grandes bandas internacionales en tarima. Incluso, podríamos decir que nuestras primeras incursiones como viajeros se dieron buscando la estridencia de las leyendas del rock en vivo, pues cuando no había dinero para pagar pasajes en bus agarrábamos las mochilas y estirábamos el dedo en las rutas.

El lente de Lina captó para el recuerdo los soleados paisajes colombianos que que iban quedando atrás.

Y tomamos como buen augurio que los primeros kilómetros de nuestro viaje transcurrieran bajo un clima inigualable para conducir y observar el paisaje.

Cuando recorrimos los casi 500 kilómetros que nos separaban de nuestro destino nos topamos con esta gigantesca urbe, que aunque ya era una vieja conocida, era la primera vez que conducíamos por sus calles. El saldo: un rin hundido por uno de los miles de huecos que adornan sus calles y,  como si esto  fuera poco, nos perdimos. Así que tuvieron que pasar 13 horas andando en La Jebi desde que salimos de casa para llegar a nuestro destino.

Uno de los grandes problemas que tienen los bogotanos con su ciudad es la terrible congestión vehicular que viven a diario.

Estos fueron los tres motivos que nos atraparon 17 días en este gigante de cemento poblado por casi 10 millones de almas:

Roller Derby: un hasta pronto sobre ruedas

Una vez más, el deporte predilecto de Lina nos motivó a viajar. Pero esta vez fuimos más allá, el III Torneo Nacional de Roller Derby fue el motivo que accionó el gatillo para el disparo inicial de nuestra partida definitiva.

Patines, cascos, rodilleras y demás protecciones estaban en su lugar para que Titanias Roller Derby, el equipo al que pertenece Lina, debutara el viernes 8 de agosto a la 1:00 p.m. En el primer encuentro las chicas de amarillo y morado, con nuestra viajera en sus filas, dieron cátedra fuera de casa. Vencieron a las locales de Complot Combativo por un marcador de 151-91. Al día siguiente se batieron a muerte pero cayeron contra las campeonas.

Despedidas, abrazos, lágrimas y buenos deseos llegaron por montones una vez finalizado el certamen derby. Las coequiperas regresaron a seguir con sus entrenos en Palmira y nuestro viaje tomaba un rumbo distinto. Así se despidió Lina de su equipo 

Titanias Roller Derby en el primer día del III Torneo Nacional.

Es mejor tener amigos que tener plata

Bogotá es una metrópolis para todos. Todos caben, nunca se llena. La aman y la odian, la viven y la sufren. En Colombia, todo lo que esté fuera de la capital es provincia. Y es ese el motivo que hace que gente de otras ciudades llegue por montones en busca de oportunidades. Y varios amigos nuestros engrosan exitosamente esta lista.

Llegamos muy cansados a la ciudad y el GPS nos mandó a unas coordenadas imposibles de descifrar, y de pronto nos vimos sumergidos en una marea alta de carros de las que todos los días inundan la ciudad. Resuelto esto tras un par de llamadas, nos recibió en su casa Francia, una excompañera de trabajo de Lina. Nos ofreció su garaje para hospedar a La Jebi el tiempo que fuera necesario y nos brindó bebidas y un baño caliente.

Los cielos de Bogotá fueron objeto recurrente de nuestras caminatas fotográficas por la ciudad.

También estuvimos en el cerro de Monserrate, uno de los lugares mas representativos de la ciudad.

La primera semana de viaje la pasamos donde Nathalia, una bogotana excompañera de trabajo mía en Cali, en cuya casa habíamos pasado la noche luego de varios conciertos. Charlas encantadoras, recuerdos de nuestra tierra caliente y comidas ricas fueron el común denominador de nuestro encuentro. Ella y su gata Pimienta fueron nuestra primera familia de paso en este viaje.

El epílogo de nuestra estadía en tierras rolas (así se le conoce a Bogotá), ocurrió en casa de nuestros amigos de antaño César y Camila, quienes fueron mis compañeros en la Escuela de Comunicación Social y hoy trabajan en la industria del cine como director y vestuarista respectivamente. Pasar este tiempo con ellos llenó nuestro viaje de mucho café, buenas pastas con tomate y ajo, charlas a carcajadas hasta la madrugada entre cervezas y grabó para la posteridad mi primer encuentro realmente amistoso con un gato. La despedida se prolongaba y se hacía difícil, pero así es el viaje, lleno de adioses.

Gracias Lucho por el tremendo almuerzo y la compañía que nos brindaste hermano brutal.

Reencuentros con amigos entrañables. Despedidas que se prolongan. Promesas de reencuentro.

El rock estuvo de fiesta en el parque

La primera vez que pisé un lugar repleto de melenudos vestidos de negro fue en 1999, cuando el mítico Rock al Parque gateaba en sus tiernos cinco años de edad y yo sobrevivía a mis púberes 16. Ese fin de semana tocaron completamente gratis bandas como Café Tacvba, Molotov, Control Machete, Guillotina, las Víctimas del Doctor Cerebro e Illya Kuriai and The Valderramas.

Pues bien, nuestro viaje se topó de frente con la celebración de los 20 años del festival, en el que nos dimos un manjar musical que tuvo como plato principal a los gringos Anthrax, a quienes ya habíamos visto en Santiago de Chile, con entremeses como Soulfly, Black Label Society y los locales de La Pestilencia. Todo esto enmarcado en un contexto de juegos, comidas, y actividades interactivas para las 400 mil personas que asistimos durante tres días.

Las primeras veces que pudimos considerarnos viajeros lo hicimos rumbo a este lugar. En el Parque Simón Bolívar de Bogotá fuimos testigos de los más grandes conciertos de rock que ha visto Colombia.

Y estuvimos presentes en la celebración de los 20 años del Festival de rock más grande de Latinoamérica: Rock al Parque.

Si bien la música es el plato fuerte del Festival, observar la diversidad de personajes ocupó gran parte de nuestro interés.

Y hablando de rock, Bogotá es una ciudad de las que describe ‘El Jefe’ Bruce Springteen en su canción Burn to Run, una de esas que te arranca los huesos y de la que tienes que huir. Y aunque hay muchas cosas de esta metrópoli que insistían en atraparnos con sus encantos, nosotros ya partimos en busca de quietud y acudiendo al llamado de nuevos amigos. El viaje tuvo que seguir. Próxima parada: Villavicencio y su embrujo llanero.

Nos llevamos los mejores recuerdos de esta mole de cemento, sus millones de historias de vida y su caos que atrapa. Hasta la próxima Bogotá.