«Ustedes váyanse de viaje, conozcan el país y tomen fotos lindas que cuando lleguen todo va a estar listo». Con esa frase nos despidió Rafael Lizarazu,  Ministro Consejero de la Embajada de Colombia en Guatemala, cuando nos fuimos desde la ciudad capital a darle una vuelta de casi cinco mil kilómetros a la tierra del Quetzal.

Y volvimos. Y todo estaba listo. Al momento de despedirnos el Ministro se refería a las dos exposiciones fotográficas que se le habían ocurrido a él y al Embajador para apoyar el proyecto viajero de estos dos compatriotas suyos que andan recorriendo el mundo en un carro.

Por fin teníamos ante nosotros la oportunidad de oro que veníamos esperando hace  tanto tiempo: por primera vez, no sólo en este viaje sino en nuestras vidas, las imágenes que hemos capturado en tantos rincones de este maravilloso continente iban a saltar de la pantalla que usted lee en este momento y cobrarían vida en tinta y papel de gran formato. Y no sólo eso, cientos de personas podrían ver nuestro trabajo impreso y podrían comprarlo a un precio justo que nos ayudaría a seguir viajando.

Una vez de vuelta a Ciudad de Guatemala, y desde Quetzalroo,  el hostel que nos dio refugio por casi una semana, nos pusimos manos a la obra. Los primeros días se nos fueron en la titánica labor de revisar nuestro archivo y escoger entre miles de fotografías las que finalmente serían impresas. El trabajo de descarte fue todo un martirio, como ha de ser para un escritor quitarle páginas a su libro o para un cineasta borrarle escenas a su película.

Mientras tanto, desde la Embajada se conseguían los permisos y se ultimaban los detalles de la aparición en público de las fotos que habíamos tomado durante los últimos catorce meses en ocho países. La primera exposición se llevaría a cabo en la recién inaugurada Plaza Colombia, un bellísimo espacio diseñado y construido por empresarios de nuestro país afincados en Guatemala. El lugar hace parte de la Avenida de las Américas, una de las principales arterias viales de la capital chapina donde varios países del continente también bautizaron un espacio con el nombre de su nación.

El evento sería un domingo, en el marco de la tradicional ciclovía llamada ‘Pasos y pedales’, por donde miles de personas transitan el último día de la semana en busca de deporte, esparcimiento y aire puro. Si ese día alguien iba a caminar, a trotar, a montar en bici o a pasear a su perro por ese lugar, se iba a encontrar con nuestras fotos exhibidas.

Y no siendo eso poco, el permiso que nos otorgaba la Municipalidad de Ciudad de Guatemala nos dejaba parquear La Jebi en el interior de la plaza, algo inédito hasta ese momento en el lugar.

El miércoles siguiente a ese día el turno de la Expo sería en la propia sede de la Embajada de Colombia, a donde llegarían empresarios y otros invitados exclusivos convocados para ir a conocer a los viajeros y a ver sus fotografías. Como se imaginarán, nuestra emoción estaba a tope.

Durante el proceso de preparación de la exposición recibimos apoyo proveniente de muchísimas partes. Si bien es cierto que en ningún rincón de este camino nos han faltado manos amigas para ayudarnos a seguir, nunca habíamos sentido a tantas personas haciendo algo en simultánea por Renunciamos y Viajamos.

Bernardo Luque, Cónsul  de Colombia en Guatemala, nos abrió las puertas de su casa durante el resto de la estadía en la ciudad. Y no sólo eso, también se convirtió en uno de los mejores amigos y confidentes que hemos encontrado en esta travesía. Óscar Pellecer, un empresario guatemalteco propietario de una imprenta de alta calidad, se ofreció a patrocinar las exposiciones imprimiendo de forma gratuita la mayoría de las imágenes y dejando las demás a precio de costo. Ese valor restante fue financiado en su totalidad por la Embajada y por la Oficina de Procolombia en Guatemala en un voto de confianza hacia nosotros sin precedente, pues nunca nos pidieron una muestra del trabajo que íbamos a exponer.

Tal vez una de las mayores alegrías de todo este proceso la vivimos en el momento en que por fin pudimos sentir el papel y oler la tinta que ese día nacía como resultado de miles de kilómetros retratados con nuestros lentes.

Sostener en nuestras manos cada una de esas ochenta imágenes fue volver al momento exacto donde hicimos click para capturarlas. Olían a pueblitos, a desiertos, a playas y a ríos. Evocaban amigos, brisas caribeñas y tardes frías; fiestas en callejones y atardeceres de soles redondos hundiéndose en el agua. Ese era el álbum de nuestras vidas. Y lo mejor de todo, decíamos, es que recién se está empezando a llenar y que miles de ojos viajarían a través de nuestro lente.

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Round I: La ciclovía Pasos, pedales, chuchos y fotos

El reloj aún no marcaba las ocho de la mañana de ese domingo 27 de septiembre y ya La Jebi  ocupaba su lugar de honor en la Plaza Colombia. Nuestra nave no sólo era una protagonista más de la exposición, sino que nos fue de gran utilidad a la hora de preparar el montaje. Desde la parrilla del techo  amarramos cuerdas hasta los árboles más cercanos del parque y, a manera de tendedero, colgamos las fotografías. Ya la vía estaba cerrada esperando por los deportistas y la primera exposición fotográfica de Renunciamos y Viajamos estaba lista.
En Guatemala a los perros les dicen chuchos, y las primeras personas que se acercaban al lugar iban paseando los suyos. Al estar la plaza al lado del camino, Lina y yo tuvimos que dividirnos para hacer que la gente se acercara a la exposición: yo me fui a invitar al público a que se acercara a ver las fotografías y Lina se quedó contándoles a cada uno de qué se trataba este viaje, dónde habían sido tomadas las fotos y tratando de vender alguna.
Caminantes desprevenidos, paseadores de chuchos de muchas razas y tamaños, ciclistas y vendedores de agua y comidas se acercaron a apreciar nuestra obra. También llegaron nuestros amigos de la Embajada y otras personas que habíamos conocido durante nuestra estadía en la capital chapina.
Antes de terminar el evento la lluvia nos hizo cortar amarras y guardar las fotos para protegerlas del agua. Al final del día habíamos vendido una sola foto y muchas postales. Hicimos nuevos amigos, tuvimos conversaciones amenas y conocimos un poco más de la cultura de la ciudad más grande y revolucionada de Centroamérica. Cerrábamos la jornada con un saldo a favor.

Round II: La Embajada El coctel de fotos y lluvia

Si bien en Pasos y Pedales habíamos pasado un día fantástico y nos había quedado la experiencia exitosa de nuestro primer montaje, en términos económicos el evento no había sido precisamente un éxito. Así que, llegado el día de mostrar las fotos en la Embajada ante empresarios y demás invitados, la expectativa de vender nuestras obras y hacer contactos importantes estaba bastante alta.

La Embajada de Colombia en Guatemala es una construcción preciosa. Grande, espaciosa, con amplios jardines y una enorme e imponente casa blanca. Curiosamente, con el paso de los días ya no teníamos que anunciar nuestra presencia, sino que al ver llegar Le Jebi los guardias abrían las puertas y nos dejaban entrar como a dos viejos conocidos.

El miércoles pactado para nuestro gran día no fue la excepción. Desde temprano en la mañana, con tijeras y nailon en mano, convertimos el patio trasero del lugar en un museo de fotos viajeras, que hacían un recorrido por toda nuestra travesía pero haciendo énfasis en Colombia y Guatemala. Exhibimos 30 imágenes a color y en blanco y negro de 50×40 centímetros, más una enorme de 1.20 x 1 metro que pretendíamos subastar al final de la velada.

Para la ocasión, la Embajada contrató meseros, compró vino y mandó a preparar diferentes comidas. Desplegó sus mejores manteles para contarle a sus invitados, en palabras del propio Embajador Carlos Manuel Pulido, «lo que los colombianos verracos y de buen corazón son capaces de hacer cuando se lo proponen». Nosotros nos sentíamos, además de orgullosos, muy honrados por tantas atenciones. Y hasta la televisión guatemalteca fue a a entrevistarnos.

Minutos antes de que se llegara la hora de la cita, y cuando ya todo estaba más que listo, se desató un aguacero de dimensiones bíblicas que se extendió hasta avanzada la noche. La ciudad colapsó, las calles se inundaron y, como era de esperarse en medio de ese panorama apocalíptico, muy pocas personas llegaron a nuestro evento.

Sin embargo, entre los pocos asistentes logramos convertir el momento en una velada íntima y mitigamos el frío de la tarde-noche lluviosa hablando de viajes, de culturas y de fotografías. Tomamos vino, cerveza y comimos los deliciosos pasabocas. Hicimos nuevos amigos, vendimos algunas fotos y pactamos la venta de otras.

Al momento del brindis, el Embajador pronunció unas palabras que hicieron que todo el trabajo, el esfuerzo, los 18 mil kilómetros recorridos en 14 meses de viaje y los sacrificios para lograrlos valieran la pena. No existe una suma de dinero que pudiera pagar los sentimientos que afloraron en nosotros al escuchar su discurso. Aquel momento se matriculó en nuestra lista de inolvidables.

Al día siguiente, ya con un sol radiante que le hacía honor a la calidad de las fotografías, un nuevo público llegaba a la Embajada-Museo y se acercaban a verlas. Entre ellos estaban las Damas Diplomáticas Colombianas, un grupo de coterráneas nuestras que anualmente organizan una fiesta de gala benéfica para apoyar causas nobles en Guatemala. Y les gustó tanto nuestro trabajo que nos invitaron a la fiesta como expositores.

Round III: La fiesta de las Damas Colombianas Saco, corbata, tacones y fotos

Para hacer el nudo de una corbata hay que, primero que todo, ponerla bajo el cuello de la camisa. Luego se agarra la punta más pequeña, se le da una vuelta y se introduce por el espacio que quedó. La acción se repite con dos vueltas más y luego se retoma con la punta más ancha pero en sentido contrario.

Era la primera vez que me ponía una corbata en mis 32 años de existencia y, como pueden ver según mi tutorial del párrafo anterior, si de mí dependiera seguramente hubiese terminado ahorcado en el intento. Aquella noche, la noche de gala, debíamos ir vestidos para la ocasión: Lina de vestido largo y yo de traje completo. Por las redes sociales alguien nos preguntó si íbamos preparados para semejantes eventos, a lo que respondimos que, por suerte, el mundo está lleno de personas tremendamente amables de nuestra misma talla. Traducción: fuimos con ropa prestada.

Nuestra revancha de la tarde lluviosa en la Embajada tuvo lugar en uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, con cientos de asistentes y en un salón cerrado por si acaso al clima le daba por hacer de las suyas.

Para ser sinceros, los acartonados atuendos y tanto protocolo nos hacían sentir fuera de lugar. Con tanto tiempo dedicados a vivir en la naturaleza, mezclados con habitantes de  poblaciones locales, relajados en casas de amigos o en excursiones de aquí para allá, la corbata que apretaba mi cuello y las sandalias de tacón alto que elevaban a Lina 4 centímetros sobre el suelo y le torturaban los pies incomodaban bastante. Pero el viaje se nutre de experiencias diversas, incluida esta. Así que decidimos hacernos al ambiente y pasarla bien.

Una vez más, las conversaciones sobre nuestro viaje estuvieron a la orden del día y esa vez la venta de fotos sí que daba un muy buen resultado. En la fiesta íbamos y veníamos entre las mesas de nuestros amigos y éramos invitados por otros nuevos que querían conocer un poco más sobre  nuestra aventura.

Al final de la noche cerrábamos un tridente de veladas en las que nuestra pasión por la fotografía fue la protagonista.

Los días que siguieron no fueron menos maravillosos. Llevábamos fotos hasta las casas de más compradores y compartíamos ratos agradables con ellos. Dimos una charla sobre el poder de luchar por alcanzar las metas a 45 niñas de una escuela de bajos recursos en la ciudad y un domingo fuimos entrevistados por un canal internacional con un atardecer naranja que le hacía contra luz a los dos volcanes que emergen sobre el lago Atitlán.

 

Los nuevos ojos y felices 32

No siendo poco todo lo que aquí se ha contado, en Ciudad de Guatemala este viaje también encontró ojos nuevos. Dilson y Fernanda, una pareja de colombianos que trabaja en el negocio de la oftalmología, ella optómetra y él distribuidor de monturas de anteojos, evaluaron nuestra visión y nos dieron gafas nuevas.

Además de resolver una de nuestras grandes preocupaciones desde que mis viejos anteojos se empezaron a dañar, Dilson y Fernanda se convirtieron en nuestros buenos amigos y compartimos con ellos charlas viajeras, ricas comidas y noches de cervezas.

La cereza en el pastel fue puesta el 22 de octubre de aquel inolvidable 2015, día de mi cumpleaños número 32. La fecha sirvió como excusa para celebrar la amistad y la vida con el grupo de diplomáticos de la Embajada y además despedirnos y agradecer por todos los buenos recuerdos que se habían encargado de sembrar para el resto de nuestras vidas.

Guatemala nos demostró que viajar es una de esas apuestas en las que siempre se gana. Ese país al que un día llegamos cruzados de brazos sin saber a dónde ir nos despidió cargados de amigos, fortuna, experiencia, buenos momentos y la certeza de que no hay puerta que no sea digna de ser tocada cuando quieres cumplir tus sueños.

En ‘Guate’ no apostamos a nada y lo ganamos todo.