Nuestro país, tristemente, es uno de los siete territorios en el planeta que insisten en mantener vivo el decadente y anacrónico espectáculo en el que se burlan, maltratan y asesinan a un toro mientras cientos se embriagan y gritan olé. Junto a México, Perú, Venezuela, España, Portugal y Francia, Colombia es uno de los países donde aún quedan vivas las corridas de toros.

Decimos aún, porque al parecer  esta perversa actividad a la que algunos personajes insisten en llamar cultura tiene los días contados. Agoniza y ve su fin. Como lo hace un toro con sus pulmones llenos de sangre.

Hace una semana que nuestro hogar de paso está ubicado en La Macarena, un barrio lindo y tranquilo de Bogotá rodeado por varios de los íconos arquitectónicos de la ciudad: el Museo Nacional, la Torre Colpatria (el edificio más alto de Colombia), el tradicional Mercado de las pulgas y la plaza de toros. Este último lugar desde hace más de dos años perdió su función de circo-matadero, y ahora alberga espectáculos artísticos de talla internacional, eventos culturales y deportivos. Las corridas de toros son cosa del pasado en Bogotá.

Una tarde fría y soleada de las que acostumbran a hacer  en la capital, salimos con nuestra cámara y la idea de retratar lo que fuere que apareciera en nuestro recorrido. Menos de cinco cuadras habíamos caminado y la contradictoria escena apareció frente a nosotros: con pancartas, carpas, banderas y letreros, un grupillo de ocho toreros protestaba por el derecho a la vida y al trabajo.

Hicieron huelga de hambre, y cuando nosotros pasamos por su desolado campamento ya llevaban nueve días.  Pobrecitos. Todo porque  rechazan la decisión del alcalde de invertir 37.000 millones de pesos (18.5 millones de dólares) para reformar la plaza y convertirla en un espacio para eventos culturales de vida y no de muerte.

Pocos minutos pasamos tomando estas fotos, pero nuestra curiosidad no alcanzó para hablarles y preguntar por sus motivos. Entablar conversaciones con personajes de estos no está en nuestra lista de intereses, y menos iniciando nuestro viaje.

No sabemos en qué va a terminar esta historia, pero tenemos la firme esperanza de que la matanza que tenía lugar en este escenario sea cosa de un vergonzoso pasado. A los huelguistas, más les vale comer algo y conseguir un trabajo decente, porque si esperan a ver de nuevo sangre en la arena, seguro pasarán a engrosar la lista de los …