Fue difícil creer lo que tantos viajeros amigos nos dijeron cuando nos cruzamos en sus caminos: “Salgan, vayan, viajen. No planeen mucho las cosas que el viaje mismo se las va entregando”. Difícil fue siquiera pensar que tal cosa fuera posible, porque las dinámicas de la vida ‘normal’, de la vida a la que renunciamos para convertirnos en viajeros de tiempo completo, nos obligaban a planear cada día con sus horas.

Pero fue en Medellín, luego de vivir una serie de coincidencias afortunadas a lo largo de todo nuestro recorrido por Colombia, donde decidimos dejarnos llevar por eso que los nómadas modernos llaman ‘la ley del viaje’.

Llegamos a la ciudad luego de conducir ocho horas desde Bucaramanga. Sabíamos que al día siguiente un hotel cinco estrellas esperaba por nosotros, gracias a que éramos invitados a exponer nuestro proyecto viajero en el Quinto Encuentro Nacional de Blogueros de Viaje, TurisBlog. Pero la tarde llegaba a su fin y no teníamos lugar donde pasar la noche, ni donde estacionar La Jebi.

Fuimos a probar suerte al sur de Medellín, donde están ubicados varios de los hostales más recomendados por los viajeros. Paramos a analizar las posibilidades y de repente la ley del viaje tocó de nuevo nuestra puerta:

  • “Andre, creo que La Jebi está mal parqueada y está estorbando a ese carro”, me dijo Lina luego de que una gigante camioneta negra, similar a las de los escoltas de los presidentes gringos, parara junto a nuestra casa rodante.
  • “Amigo, ¿estamos estorbando el paso? No tenemos problema en corrernos”, pregunté a los dos hombres mayores que bajaban de la inmensa camioneta lujosa.
  • “Más o menos”, me dijo. “Pero no quite el carro, mejor cuénteme qué es esto de renunciamos y viajamos. ¿Qué es lo que ustedes andan haciendo?”

Le conté todo, resumido pero todo. Que dejamos nuestros trabajos para viajar hasta Alaska en carro. Que vivimos y cocinamos en ese carrito blanco que estaba viendo, y que tenemos una página web donde mucha gente nos lee y eso nos permite quedarnos en algunos hoteles a cambio de publicidad.

  • “Fíjese cómo es la vida hombre. Yo acabo de construir un hotel y lo tengo listo para estrenar. Caminen los invito a quedarse y me cuentan qué tal les parece”

Llamó a uno de sus empleados para que nos condujera al Hostal Boutique Familiar, un lugar donde hasta las toallas eran nuevas. Wi Fi, una cocina enorme, un patio al aire libre con sillas, mesas y una parrilla para hacer asados… todo, absolutamente todo, para nosotros dos.

Además, nuevas amigas hicimos en el lugar luego de conversar con las tres mujeres que administran y asean el hostal, personas amables y serviciales como buenas paisas (Paisas son las personas que habitan Antioquia y las regiones cafeteras de Colombia).

Ahora no nos cabe duda: en todo el planeta hay mucha gente buena que espera a un viajero para tenderle la mano sin más interés que hacer parte de su historia. El mundo es ese lugar amable que no sale en los medios. La ley del viaje es como las brujas, nadie la ha visto, pocos la conocen, pero de que las hay las hay.

Pero no fue solamente esta casualidad la que nos convenció. Lea también estas historias de felices coincidencias que nos han ocurrido en nuestro viaje: