Ya traspasamos la barrera de los 100 días viajando y de a poco nos vamos dando cuenta de que la vida en el camino nos puede dar satisfacciones increíbles, tantas como no podríamos imaginarnos. Pero al mismo tiempo, somos conscientes de que las rutas desconocidas y las actividades que hacemos todo el tiempo nos pueden tener preparados momentos difíciles. Y dejarlos al azar es algo que podríamos lamentar.

Mirando atrás, hacia nuestros primeros viajes, encontramos ejemplos que nos obligaron a tomar medidas.

Esta historia data de mediados de 2009. Estábamos a punto de culminar las interminables 21 horas de carretera que separan a Lima de Cuzco. Viajábamos en el segundo piso de un bus de la empresa Flores, justo en los asientos frente al vidrio panorámico del carro. Frente a nosotros, durante todo el recorrido, el paisaje peruano cambiaba de desierto a montañoso y nevado entre siesta y siesta.

Atrás de nuestras sillas quedaban las escaleras que dan al primer piso del bus, y durante  todo el recorrido, misteriosamente, los asientos se reclinaban más y más. Lina y yo no hacíamos más que aprovechar la situación para estirar las piernas y recostar más la espalda.

Faltaban cerca de 20 kilómetros para arribar a Cuzco y de pronto CRASH!! La base de nuestros asientos se rompió y caímos de cabeza dos metros abajo hasta aterrizar en las escaleras que conducían al primer piso. Y como si eso no fuera suficiente, las sillas nos cayeron encima.

Lina quedó inconsciente por unos minutos y yo me di un golpe en la nuca que me dejó mareado. Pero el chofer del bus ni se dignó a parar. Los gritos y reclamos de los demás pasajeros fue lo único que movió al ayudante del vehículo a prestarnos atención.

Llegamos a Cuzco pero nada de esto mejoró. No nos quisieron llevar al hospital y mucho menos ubicarnos en un lugar donde pasar la noche. Tuvimos que ir a la Policía de la terminal de buses a denunciar al conductor y luego de varias horas con nuestras contusiones y heridas logramos que las autoridades los obligaran a responder por medio del seguro del auto.

Las ganas de conocer nuevos destinos, tomar fotos hermosas y hacer nuevos amigos no nos dejaron pensar en la importancia de tener un seguro de viajes. De haber tenido uno, una sola llamada bastaba para ser atendidos, nos hubiésemos evitado las discusiones con esta empresa de buses negligente.

Ahora no estamos de vacaciones, como en aquel entonces. Hoy somos viajeros de tiempo completo y viviendo de esa forma los riesgos que nos esperan son más que yendo de la casa a la oficina y pasando el fin de semana pegados al control remoto de la televisión.

Hoy viajamos con un seguro médico internacional que protege nuestra salud en caso de accidente y enfermedad, nos da hotel por incapacidad médica, paga la estadía de un familiar nuestro en caso de emergencia, cubre gastos por pérdida de documentos y hasta paga la repatriación de los cadáveres (en lo cual esperamos no tengan que gastar ni un solo centavo)

Así que, si va a hacer un viaje largo, ya sea de vacaciones o quiere renunciar y viajar como nosotros, le recomendamos dos cosas:

1. Evite viajar en la línea de buses Flores, ya sabe que puede pasar.

2. Antes que nada, tenga siempre a la mano su seguro de viajes. Siempre sabemos a dónde queremos llegar, pero nunca podemos predecir qué va a pasar. No hay nada mejor que viajar tranquilo.