La escena ocurre en el Lago Gatún, uno de los tantos paraísos que tiene Panamá. La protagonista: Lina. El reto: enfrentarse de nuevo, cara a cara, a uno de sus más grandes miedos, navegar sobre una gran porción de agua. Lo hizo la vez que nos lanzamos a las embravecidas aguas del río Fonce en San Gil Santander, donde dijo que sintió morir luego de que el kayak se volteara y el río la arrastrara casi dos minutos. Se enfrentó de nuevo a las aguas al embarcarse en el Ferry que nos trajo a Panamá, en el que navegamos durante 20 horas a mar abierto y disfrutamos de increíbles paisajes.

 

Esta vez decidió hacer un nuevo intento. El panorama era hermoso y apto para lograrlo. Un viernes soleado que resaltaba los diferentes tonos de verde del sector y hacía que árboles e islas se reflejaran en el agua del lago. Amigos nuevos que nos animaban y kayaks coloridos que esperaban por nosotros. Lina no quiso quedarse sola en casa y sin darse cuenta ya tenía chaleco salvavidas puesto y un remo en sus manos.

 

Pero el miedo al lago no era el único. En ese lugar, según nos contaron, uno de los mayores  atractivos era la gran cantidad de fauna para observar. Los cocodrilos, nos decían como si se tratara de pollitos inofensivos, andaban por ahí y con suerte podríamos verlos mientras remábamos.

Y ahí estaba Lina. Lista para empezar a clavar el remo en el agua sentada en la parte de atrás de aquel kayak azul que compartía con Saskia, nuestra amiga holandesa que administra Gatún Lake Lodge, el paraíso panameño escenario de esta aventura. Remo en mano y cámara al cuello, yo fui tras ellas en otro kayak. Me acompañaba Fernando, un trabajador del lugar que se ofreció muy amablemente a ir con nosotros y que más tarde nos prepararía una deliciosa comida china vegetariana.

Vea el video de Gatún Lake Lodge, el lugar donde fuimos hospedados para hacer esta aventura.

 

En el primer tramo de la remada a Lina se le veía insegura, pero cuando los metros iban avanzando, ella y Saskia nos tomaron la delantera, pues por tramos yo me dedicaba a tomarles fotos y a retratar el lugar. Dimos una vuelta corta, y atravesamos decenas de troncos de cientos de años que se asoman por la superficie del lago. Lina había tenido una suficiente dosis de sol y adrenalina. Una hora después regresamos. Felices, sin cocodrilos ni naufragios que lamentar,  yo muy orgulloso de mi chica aventurera y arriesgada que de a poco va cumpliendo su promesa de dejar sus miedos de lado para disfrutar a plenitud cada instante de este viaje.

 

Todo esto no era más que un abrebocas de las maravillas que ofrece el Lago Gatún. Lo mejor estaba por venir.

 

Navegar junto a grandes buques en el Canal de Panamá

Dos días después de la aventura extrema que nuestra viajera vivió en el kayak, fuimos invitados por Saskia a navegar por el Lago Gatún hasta el Canal de Panamá en una de las lanchas de nuestros anfitriones. El viaje fue todo un privilegio. Íbamos nosotros dos, Saskia, Reinaldo el capitán de la lancha y Coco, el perro Fila Brasilero del lugar. Nadie más. Un paseo muy exclusivo.

 

Salimos de la marina de Gatún Lake Lodge el resort donde estábamos pasando los días. Empezamos a adentrarnos en el lago y la naturaleza iba destapando su mejor cara ante nosotros, nuestros lentes estaban de fiesta. Islas verdes con construcciones lindas, aves multicolores, roedores, reptiles y sonidos de monos aulladores que rompían la calma. Pasamos por un estrecho donde el lago no medía más de 15 metros de ancho, y en el cual las plantas forman un túnel que atravesamos lentamente para escuchar los sonidos de la fauna y sentir la frescura de los árboles. Fue uno de los momentos más memorables de nuestro viaje.

 

Una hora más adelante llegamos al Canal de Panamá. De un momento a otro nuestra lancha se hizo pequeña cuando a su lado empezaron a pasar los gigantescos buques ingleses, holandeses y chinos que iban a cruzar las esclusas. Cuatro de estos colosos marinos aparecieron en nuestro camino, un suceso inusual según nos dijeron nuestros acompañantes, pues en ocasiones pasan horas y los viajeros se quedan esperando por ver un solo barco.

Seguimos camino y esta vez sí vimos un cocodrilo, tímido, escondido, se fue rápidamente cuando nuestra lancha se acercaba. Pero los que sí aparecieron ante nuestra llegada a la Isla de los Monos fueron los monos cariblancos, que por lo general bajan hasta las embarcaciones para que la gente les de frutas o dulces, pero que ante los ladridos del enorme Coco prefirieron marcharse, no sin antes posar para las fotos. Un poco enojados, eso sí, pero se dejaron ver.

 

Más de cuatro horas fue la duración de este inolvidable paseo por una de las obras más destacables de la humanidad que combina ingeniería y naturaleza.

Hemos pasado días increíbles en Panamá, que pasarán a la historia de este viaje como inolvidables. Somos unos afortunados, no nos cansamos de decirlo. Sin proponérnoslo, llegamos a los lugares adecuados en el momento adecuado y encontramos gente que se queda en nuestras vidas como grandes amigos. Nos llevamos recuerdos, fotografías y hacemos parte de la historia conociendo las grandes obras de la humanidad.

La vida de viaje es la que queremos. Ya renunciamos a lo que teníamos, pero a los viajes… jamás!