Cartagena pareciera ser una ciudad fronteriza con el sol. No hay día en que el infernal calor no aplaste las vidas de quienes cada mañana se levantan a vivir la experiencia de existir en una de las ciudades más bellas de América, una de las más bellas del mundo.

Cartagena es una joya cosmopolita que reúne seres de todo el planeta en torno a sus playas y a la arquitectura que tapó el genocidio español con murallas y construcciones coloniales.  Un domingo, cuando los picós se silenciaron y el sol despuntó, nuestros pasos nos guiaron hacia las calles heroicas para impregnarnos de realidad.

Había un mimo forrado en un uniforme que lo hacía ver como un caza fantasmas verde;  su maquillaje se aferraba a su rostro y se negaba a diluirse entre el sudor que serpenteaba su rostro. Había un guarda de tránsito que disimulaba la redondez de su panza bajo el espesor de la tela azul turquí de su vestuario. Había un par de mujeres que comían arroz de leche bajo la Torre del Reloj mientras, a la vuelta, había un negro entrado en años que vendía camisetas con la cédula de Pablo Escobar estampada en el pecho. Había una palenquera desempacando sus mangos, aunque supiera que poco importaba si los vendía o no. Debía verse bien; para ella es más rentable sonreír a las cámaras de los gringos que pelar mangos todo el día.

Había mucho color y hacía mucho calor. Había también una bogotana que vendía adornos de flores en una bicicleta rosada estacionada junto a una heladería. Sudaba mientras extrañaba el frío de la capital. Sudaba mientras era muy feliz en la Cartagena que la acogió como una costeña más. La misma Cartagena del viejo que detesta a los bogotanos y unas cuadras más allá, descansaba sentado en un bote de pintura bocabajo luego de vender litros y litros de jugo de  mandarina para matar el calor.

Había magia en las paredes, en las flores, en las fachadas coloridas y en las piedras de las murallas. Había poesía en el mar, en el barco pirata que se ve desde el Camellón de los Mártires y en las gotas que se deslizaban por las botellas de cerveza fría.

Habían razones de sobra para conversar y para ondear una vez más nuestra bandera viajera, esa que dice que cada destino se disfruta y se entiende más escuchando a su gente.

Ese domingo de julio, en 2016, habían dos viajeros que cámara en mano salieron a cazar historias mínimas.

Soy Cartagenero. Vivo en Getsemaní y está muy bueno ese barrio porque no hay pandillas ni inseguridad y se reúne mucho extranjero.

Soy feliz como vendedor ambulante de frutas y jugo de mandarina. Llevo 55 años vendiendo jugo, los días de más calor es cuando más se vende. También vendo mango ‘picao’, yo me le mido a lo que sea. En temporada un vendedor de mangos se hace cien mil pesos diarios. No tenemos ni seguridad social ni medicina. Si uno se gana 100 y se puede beber 120, pues se los bebe.

Hace cinco años no bebo porque el médico me dijo que si quería seguir viviendo no podía beber más. Era vivir o beber. Yo me tomo una cerveza y sigo bebiendo un mes. De donde son ustedes? Ah que bien, aquí caen muy bien los caleños, los que caen mal son los bogotanos. Los rolos son muy  miserables. Los antioqueños y los vallunos si caen bien. 

Soy orgulloso de mi país porque no es como Venezuela, yo veo muchas noticias y en Venezuela pasan hambre y se muere la gente porque no hay medicinas. Aquí tu puedes quedarte hasta el amanecer bebiendo y la policía no te dice nada. Vete a otra parte y verás lo que pasa.

Soy de Barranquilla y estoy aquí en Cartagena por cuestiones de la vida. Hace 25 años no tenía plata para un carnaval, me vine para Cartagena y me enamoré de esta ciudad.  Es que el ‘currambero’ gira en torno al carnaval. En Barranquilla sólo pensamos en el carnaval y en prepararnos para el siguiente.

Esta ciudad es muy linda, sobre todo la parte histórica. Nosotros los que no somos de aquí la apreciamos mucho más que el nativo. Llevo 25 años en Cartagena y me sigue encantando caminar las calles de noche. Es que es muy linda. Luego me enamoré de una muchacha cartagenera, ya tengo familia acá y pues eso me ata más.

Trabajo en la empresa que se encarga del 87% del aseo de Cartagena y soy técnico reparador de televisores y todo tipo de aparatos electrónicos.

Yo le doy tarjeta roja a la gente por botar basura en las playas, en los parques. Es una actividad lúdico-pedagógica, una manera de decirte que utilices la caneca. Ese es mi personaje.

Ser colombiano es vivir en el paraíso. Esto es el paraíso y yo lo puedo decir porque he recorrido parte de Colombia. Aquí todo el mundo es bienvenido. No como en otros países que a uno lo devuelven por ser colombiano, aquí no, aquí cabemos todos.

Tengo una historia loca que contar. Una vez un transeúnte, una dama, me dijo que quería tener sexo conmigo pero así maquillado y pintado jajajaja. Era su fetiche.

Ana: Somos primas pero nos vinimos a conocer ya grandes por circunstancias de la vida. La familia se fue creciendo por otras partes y luego me enteré de que ella existía.

Antonia: Mi relación con ella es más fuerte que la que tengo con mi propia hermana. Me gusta mucho eso porque compartimos muchas ideas, nos apoyamos mutuamente y nos tenemos mucha confianza.

Ana: Yo a ella no le cambiaría nada. Ella es cartagenera y yo soy de Sahagún, Córdoba, es una zona principalmente ganadera y con una comida deliciosa. ¿Que qué es lo mejor de Cartagena? Lo mejor de esta ciudad es todo.

Antonia: Yo sí me considero una persona feliz, a pesar de que no tengo un compañero al lado en este momento. Tengo trabajo, tengo mis hijos sanos y eso me hace muy feliz. Ya casi se gradúan como profesionales.

Ana: Pese a que estoy desempleada, me siento feliz. Tengo un hijo, tengo vida y tengo una familia, lo demás viene por añadidura.

  • ¿Cuál es la comida más rica que hay?

Las dos: (suspiros) Ayyy el pescado.

Ana: Pero que sea pescado de río. El más rico es el bocachico, lo demás es pendejada.

Antonia: Si volviera a nacer nacería en Colombia, este país es mi orgullo pero no me gusta que de ahora en adelante todos estamos en manos de la guerrilla simplemente porque a Santos (el presidente) se le dio la gana.

  • ¿Lo dice por el proceso de paz?
  • Sí, por eso lo digo, no estoy de acuerdo con ese tal proceso.

Llevo 48 años como vendedor ambulante, siempre me he dedicado al trapo (vender camisetas).  Gracias a Dios este es un buen negocio. Y digo que bien porque yo soy de esas personas conformistas, siempre digo que Dios es primero y lo que él haga para mí está bien.

La esposa de Pablo Escobar vive en Argentina y allá vende las camisetas. Ella tiene un almacén de ropa Pablo Escobar en Argentina. Recién muerto él, hicimos esa camiseta de allá. Ahora a través de la tecnología buscamos la cédula de Pablo y la ponemos en una camiseta.

  • ¿Cuantas camisetas de Pablo Escobar se venden en un día?

Eso es rotativo. Puede que hoy no venda ni una sola, pero mañana puedo vender 5 o 6, otros días que vendo hasta 20. Eso depende, porque la gente que más la compra es extranjera. Ahora las ventas han subido porque están presentando series en otros países.

  • ¿Y qué opina usted de Pablo Escobar?

Yo creo que cuando él estaba vivo se movía mucho el dinero. Cuando se murió ya no, eran las persecuciones que le hacían a él. No me consta, pero dicen que en Medellín él hizo unas urbanizaciones para las personas más necesitadas. A las personas de la tercera edad les tenía una mensualidad. Yo no puedo decir si él era malo o era bueno. Y puede que haya gente que dice otra cosa, pero cuando el gobierno le abrió la guerra él tenía que buscar cómo defenderse, ¿o no?

  • ¿Qué es ser buen colombiano?

Buen colombiano es que una persona adinerada le aporte a los más necesitados. Y los que no tienen portarse bien, y en cualquier cosa que pueda ayudar pues ayudar. Yo vivo resentido de mi país, porque a la gente más necesitada el gobierno no le da apoyo como en otros países. A mí me hubiera gustado que mis dos hijos fueran profesionales, pero no tuve la capacidad

Hoy salí a las ocho de la mañana de mi casa, normal. Descansé, hice aseo en mi apartamento y a las 3 de la tarde me vine a trabajar. Hoy trabajo hasta las 12 de la noche. Este horario es por ser temporada alta. Antes trabajaba con el Instituto de Deporte y Recreación de Cartagena, pero esta experiencia de ser guarda de tránsito me gusta mucho porque me ha ido mejor económicamente y puedo ayudar más a mi familia, espero seguir así más adelante.

La primera multa que puse fue a la semana de trabajo, a un mototaxi. Las motos son las más atrevidas que hay aquí, ese se voló el semáforo y le golpeó a una niñita.  Le inmovilizamos la moto, es que no respetan, no respetan, no respetan.

Para mí ser colombiano… -Le piden permiso para pasar en un carro por una calle cerrada- Ser ciudadano colombiano es servirle a la patria, al país. Claro que estoy orgulloso de ser colombiano.

Mi sueño más grande es llegar a ser agente de tránsito fijo por esta empresa, que me contraten; ese es mi sueño más grande.  Ojalá se me cumpla este sueño.

Nos dicen palenqueras porque venimos de un pueblo llamado Palenque San Basilio, queda a dos horas de Cartagena. Todas las palenqueras son de allá, un pueblo donde la gente vive de lo que cultiva, hacen peinados, venden flores y esas cosas así.

El secreto para cargar la porcelana en la cabeza es el equilibrio. Uno nace con eso, mi mamá era palenquera y mi papá es palenquero, mi abuela y mi abuelo también. Ahora, ¿con qué me vas a ayudar encanto?

Nunca se me ha caído. Foto con la reina para que ayuden a la palenquera que apenas está llegando.

Cobró por la foto y se enojó porque no teníamos dinero para pagarle.

Soy de Bogotá pero vivo acá en Cartagena.

  • ¿Y qué hace una rola de 25 en Cartagena?

Soy diseñadora y vine con un proyecto personal. También diseño para algunas marcas y tengo este proyecto de la bici en la que vendo accesorios de mujeres para la cabeza, y Cartagena claramente es una ciudad buenísima por el turismo y para crear empresa. Ahora en temporada es muy bueno y la ciudad se llena. Bueno, claro que Cartagena siempre está lleno, siempre hay gente, siempre hay turistas.

Me encanta lo que hago, disfruto todo. El clima es un poco fuerte pero me encanta conocer gente todo el tiempo, conocer culturas, hablar con las personas, eso es súper rico.

  • Cartagena Vs. Bogotá…

No puedo elegir porque Cartagena me gusta porque para mi actividad es perfecto, pero Bogotá tiene todos los planes y un buen clima. Bogotá tiene muchas cosas para hacer y muchos sitios lindos que conocer.

Jajajajajaj. Si claro.

¿Qué tal si hacemos la 2 con vos?

Jajajaja bueno pero con otro nombre. Este es un proyecto súper lindo. El proyecto lo comenzó una amiga hace dos años. Ella ya no está acá. Fuimos las primeras en llegar a Cartagena con este proyecto pero como todo tú sabes siempre resulta competencia. Lo que pasa es que esta bici tiene algo especial y mucha gente ya la conoce.

Lo que más extraño de mi ciudad es mi familia y mi gata. Me hacen falta muchos sitios a donde ir. Extraño estar cerca a mis amigos.

Los colombianos tenemos una cualidad y es que somos personas muy sensibles, muy acogedoras con los visitantes. A los extranjeros les gusta la calidez que tenemos. Incluso la de los bogotanos que pasamos por personas frías, pero no.

Aquí aprendí a respetar las culturas, a ser tolerante. Antes no soportaba un rapero cantando en el Transmilenio y siempre andaba con audífonos para aislarme del mundo. Ahora me gusta, me divierte la diversidad que puedo encontrar en otras personas. Porque todos somos amables, cálidos y atentos.

Una palabra para describirte…

Equilibrio, tranquilidad. Uno puede llegar a tenerlo todo pero si no estás tranquilo contigo mismo no tienes nada. No me importa lo cliché que pueda sonar, eso es lo que creo.

Una para describir a Colombia…

Autenticidad, carisma, color, vida, creería yo. No sé por qué la palabra color a mí me describe a este país.

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