1600 kilómetros ya quedaron atrás desde el día en que salimos de casa y ya arrancamos también la hoja del calendario que nos indica que el primer mes de esta nueva vida como viajeros ya hace parte de la historia.  Estos días bastaron para que el tercer personaje del viaje, La Jebi, cobrara vida propia y ganara un protagonismo que va más allá de las funciones para las que fue concebida inicialmente: movilizarnos y hospedarnos por todo el continente.

Con el paso de los kilómetros y los días estamos aprendiendo a conocerla, a consentirla y  a reconocer los síntomas que nos indican cuando algo no anda del todo bien. Tuvimos que pasar por el mecánico un par de veces para revisar la bomba de gasolina y limar las pastillas de los frenos, pero aun así podemos decir que esta camioneta que exhala rock n roll desde sus entrañas y nos abriga del frío se ha portado de maravilla. Tanto así, que se ha dado a la labor de presentarnos grandes amigos con los que hemos pasado días maravillosos.

El jueves 4 de septiembre llegamos a Villa de Leyva, una de las poblaciones más bellas y visitadas que tiene Colombia. Eran las 7:30 de la noche y la escena a la que ya nos estamos habituando se repitió una vez más. Conducíamos lento por sus calles empedradas, muy lento, mirando hacia un lado y otro en busca de un lugar donde parquear y pasar una noche segura.

Los caminos de estilo antiguo finalmente nos llevaron a la gigantesca plaza central, donde nos separamos para preguntarle a los locales qué opciones teníamos esa noche. Fallaron ambos intentos.

Pero bastaron un par de minutos de La Jebi descansando sola a un costado de la plaza para que dos chicas curiosas se acercaran a ella y quisieran esperar a sus dueños con ánimos de conocer más sobre su viaje desde Colombia hasta Alaska.

Cuando llegué al lugar, Lina hablaba con Ela, una actriz y bailarina santandereana y con Melisa, una viajera argentina que recorre Colombia desde hace 8 meses. CLICK! Nuevamente se había encendido el switch de las felices casualidades.

Ese encuentro fue el inicio del recorrido por una ciudad mágica, que anida entre sus blancas paredes y sus calles empedradas un movimiento artístico sólido que ostenta una producción por demás impresionante, tanto por la calidad de su obra como por lo interesante de los autores que empuñaron los pinceles para concebirla.

Chepe, el esposo de Ela, es uno de ellos. Como muchos, este chico proveniente de Cali llegó a Villa de Leyva atraído por el río torrentoso de vinilos y pinturas que corre entre sus construcciones. Aunque es empírico en su aprendizaje, es dueño de un talento que seguramente le garantizará un lugar en las grandes esferas del arte en el mundo –o al menos eso esperamos-.

De hecho ya sus obras se han expuesto en países como Italia y España. Y nosotros tuvimos la fortuna de tener su taller como hogar de paso durante nuestra estadía en esta Villa cosmopolita.

Nos contó un poco sobre su técnica y visitamos junto a él su exposición ‘Paraprisma’, una mezcla de dimensión, percepción y color. Vimos junto a él, su esposa y otro grupo de amigos y artistas el partido de la Selección Colombia contra Brasil y trabajamos como fotógrafos durante una función teatral en la que Ela y Melisa fueron protagonistas como parte de la reapertura del teatro Villa de Leyva.

Además recorrimos el pueblo, estuvimos en el festival local de cometas y conocimos junto a ellos varios de los lugares que rodean a la ciudad y le dan la reputación de ser uno de los epicentros turísticos de Colombia.

No hemos empezado a gatear en lo que a viajes respecta, pero a estas alturas puedo decir que nuestro viaje adquiere tantos matices como tiene Villa de Leyva, el lugar desde donde tecleo esta historia: Calmado y contemplativo por ratos, extremo algunas veces y lleno de momentos y personas de todas las latitudes de las que siempre se van a conservar recuerdos imborrables.

Algunos días pasarán antes de que salgamos de esta belleza arquitectónica e histórica de nuestro país. Incluso, nuestro siguiente destino tiene a nuestros nuevos amigos programados como pasajeros de La Jebi. San Gil y Santander nos esperan.