Habían pasado pocos minutos después de las siete de la mañana. Les dimos el último abrazo a nuestros amados perros y las gracias a los trabajadores de la finca por todas sus atenciones. El calendario decía que era el día 6, que era agosto, y que era 2014. Cerramos la puerta de nuestra casa y subimos a La Jebi, el carro que la noche anterior habíamos terminado de llenar con todas nuestras cosas, todas las que nos quedaban.

Adentro, cada uno en su puesto, nos dimos un abrazo fuerte y nos dijimos  casi al unísono “feliz viaje mi amor”. Pisé el clutch y metí primera. Ahí empezó todo, con unos primeros metros en silencio y un motor rugiendo como único eco de un par de conciencias que decidieron dejar todo para irse a vivir una aventura, un sueño que hasta ese momento se había formado sólo en palabras.

Ese día, el primero del viaje, fue también el más largo. 14 horas después estábamos llegando a la capital de nuestro país, sorteando la inexperiencia y los nervios. Era nuestro primer carro y la licencia de conducir aún tenía la tinta fresca. No teníamos –ni tenemos- idea alguna de mecánica y el GPS que estábamos estrenando nos mandó lejísimos de nuestro destino. Pero llegamos felices, sanos y salvos.

Partimos hacia Bogotá porque Lina iba a enfrentar el último y más importante torneo con su equipo de Roller Derby. Días después seguíamos como turistas, de paseo. Íbamos y veníamos de casas de amigos, comíamos por fuera y paseábamos en bus y en taxi mientras La Jebi estaba estacionada. Era nuestra transición, la forma de adaptarnos a la idea de que no volveríamos a casa y que ya habíamos emprendido un camino conduciendo hacia Alaska.

Alaska. Esa palabra que luce tan fría y tan lejana pero que cada vez suena más duro. Ya pasó un año. Ya se arrancaron 365 hojas del calendario desde el día de nuestra partida. El primer año del resto de nuestras vidas. Hoy nos sentimos un poco más fuertes, más confiados, más experimentados y completamente libres.

Vivir un año viajando ha sido una experiencia maravillosa desde cualquier punto donde queramos verlo. Revivimos. Volvimos a nacer. Todo para nosotros es nuevo. Preguntamos como niños. Nos asombramos con las cosas que otros ven simples. Aprendemos de nuestro idioma, de la tierra, de geografía. Hacemos grandes amigos a cada paso y conocemos lugares que ni sabíamos que existían. Somos dueños absolutos  de nuestro tiempo y no lo donamos al antojo de un patrón a cambio de un sueldo que no alcanza a llegar a final de mes.

Viajar a través de esta página que usted lee en este momento merece un capítulo aparte. Un año después de haber salido de nuestra casa estamos recibiendo más de 30 mil visitas mensuales, y miles nos han escrito a nuestro correo y redes sociales por diferentes motivos. Nos dan aliento, nos invitan a sus casas, nos piden rutas y consejos de viaje y lo mejor de todo, nos hacen sentir un agente de cambio, unos inspiradores. Nos tiran una soga para sacarnos del fango cuando estamos derrapando, y nos empujan cuando la subida está muy empinada.

Alimentar Renunciamos y Viajamos nos hace sentirnos productivos, creativos. Porque viajar también, y sobre todo,  se trata de eso: de aprender, de crear, de reinventarse. Gracias a ustedes pasamos gustosos horas frente a la computadora para poder contarles las maravillas que encontramos en nuestro camino y como nos redescubrimos a nosotros mismos como pareja y como individuos.

Hoy miramos atrás y lo único que no encontramos es a las personas que ese 6 de agosto de 2014 salieron a vivir una aventura, a escribir su historia. Hoy no nos reconocemos. Somos otros. Completamente diferentes. En cambio, cada que damos ojo a las páginas de atrás, volvemos a caer en momentos fantásticos, pueblos hermosos, ciudades enormes, tantas familias que nos adoptaron, tantas personas que nos saludaron. Tantas playas, tanto cielo, tanta belleza, tanto frío y tanto calor, tanto desierto, tanta cultura, tanta gente buena… tanta vida.

Ya lo sabemos con certeza: este primer año es también nuestro primer paso. No hay forma de que regresemos a la oficina cuando el mundo nos está viendo hacer lo que más hacemos. Las hojas de vida, como hemos dicho en varias entrevistas, quedaron rotas en alguna caneca de basura en Colombia.

Y ¿Quién dijo que no se podía? Antes de terminar, quiero dejarles una frase de Henry Ford que usamos como bandera de nuestras decisiones en este viaje, y por supuesto en nuestras vidas:

“Si crees que puedes, o que no puedes, tienes razón”.

Gracias por viajar este año con nosotros, esperamos que nos acompañen durante muchos años más.