“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”,
Henry Miller

Ya es un hecho irrefutable. No vamos a llegar hasta Alaska conduciendo La Jebi. Al menos no por esta vez. Y mientras trato de llenar la pantalla en blanco con letras que puedan explicar lo que está pasando en nuestras vidas y en nuestro viaje, de encontrar palabras que puedan dibujar la flecha que atravesó de lado a lado el sueño de llegar hasta nuestra primera gran meta, desde el segundo piso de nuestro hogar momentáneo bajan hasta mis oídos las notas de ‘My way’ de Sinatra interpretadas en violín.

Lina trabaja arriba revisando fotografías para ilustrar una carta de amor que le escribimos a México. Yo aquí, frente a la pantalla, lucho para que la incertidumbre no pase de mis dedos al teclado y llegue a estas páginas. Dos semanas atrás, exactamente, vivimos uno de los peores días, no sólo de este viaje, sino de nuestras vidas. Nuestro sueño se frenó en seco. En época en la que levantar muros es una propuesta bastante popular en plena campaña electoral, nosotros encontramos uno invisible, alto, impasable. La Policía fronteriza de Estados Unidos no nos permitió ingresar a su país y nuestras visas fueron canceladas.

Narrar hoy los detalles de aquel momento sería ponerle sal y limón a esta herida que aún no cicatriza. Podemos contarles que no fueron muy claros los motivos de aquel infortunio. Que ese día martes 3 de mayo el sol se escondió mientras estuvimos nueve horas sentados en la silla de una oficina. Que nos dijeron que no cumplíamos los requisitos para ingresar al país. Que marcaron nuestras visas con tinta morada con la palabra ‘Cancelled’ (cancelado) seguida de un sartal de números. Que volvimos a México devastados y que, como era de esperarse, allí si fuimos muy bien recibidos.

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En esta nota contamos la amarga experiencia que tuvimos al entrar a Costa Rica por ser colombianos.

También, que pese a que los oficiales ese día nos dijeron que debíamos esperar un año para solicitar la visa de nuevo, y que tendríamos que hacerlo en el consulado de Bogotá, investigamos y nos dimos cuenta de que mentían. Pedimos una nueva cita al día siguiente en el consulado de Estados Unidos en Monterrey. Mientras existiera una esperanza de seguir ahí estaríamos nosotros agarrados como garrapatas a ella. Dos semanas después fuimos atendidos por un cónsul, muy amable él, que se emocionó al escuchar de nuestro viaje pero que nos negó la entrada por orden de su jefa, porque “la cancelación de su visa es muy reciente, de hace sólo dos semanas. No tienen ninguna penalidad, pueden solicitar la visa cuando quieran. Pero les recomiendo que dejen pasar un tiempo”. Mucho tiempo tendrá que pasar. Muchos viajes también.

Encuentro imposible no sentirme triste. Hallo normal este nudo en la garganta. Pero miro hacia adelante, hacia las grandes cosas que se vienen, y encuentro un asidero a la tranquilidad. Y me reconforta también mirar hacia el pasado inmediato y encontrar un flashback repleto de buenos momentos, lugares maravillosos y sobre todo grandes amigos que quedaron atrás. Llega a mi mente el domingo de rumba en el Callejón de Hammel en La Habana, nuestro paseo en lancha hacia San Blas con Max y Coco en Panamá, las caminatas en medio de las montañas cafeteras de Colombia, el día que nadamos con tiburones y mantarayas gigantes en Belice, las cascadas y volcanes de Costa Rica, el agua azul de Caribe, los días que vivimos como diplomáticos en Guatemala… y la lista mental no para, no acabaría nunca.

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Y sí, claro que Alaska nos verá llegar, pero no por ahora. Desde el día en que nos cerraron la puerta Alaska se convirtió en una palabra más pesada, en un reto más grande. No llegaremos esta vez, y eso no nos hace perdedores. Porque Alaska era tan sólo un lugar al cuál queríamos llegar, uno que escogimos por ser la desembocadura de todas las carreteras de nuestro continente.

Ganamos. Ganamos porque renunciamos y viajamos. Porque después de los infortunios estamos empeñados en aprender este difícil oficio de levantarse de la lona. Porque construimos esta página que usted lee en este momento y logramos convertirla en un espacio de expresión libre, en nuestra hoja de vida, en una fuente de inspiración de la que empiezan a brotar las primeras gotas. Convertimos los caminos de América en nuestra oficina itinerante. Porque vamos y volvemos a nuestro antojo. Porque podemos gritar con orgullo que somos libres y estamos convencidos de que no hay obstáculo que la fuerza del amor y el trabajo duro puedan superar.

Ganamos amigos para toda la vida, gente que se queda en nuestros corazones para siempre aun sabiendo que a algunos de ellos no los veremos de nuevo. Ganamos miles de almas alentándonos desde el otro lado de la pantalla. Miles de personas que desde todas las latitudes del planeta gozaron nuestras alegrías y sufrieron nuestras tristezas. Ganamos porque esta tormenta no pudo extinguir el fuego interno que arde en nuestros corazones y que nos va a iluminar los caminos del resto del planeta. Porque este viaje sigue.

Ganamos este amor que se hizo más fuerte que nunca. Y es el amor entre estos dos soñadores el motor principal de esta aventura, de este proyecto de vida. Mientras siga encendido los caminos del mundo nos verán cruzarlos juntos, de la mano.

¿Cómo sentirnos perdedores si las rutas nos dejaron personas que están dispuestas a hacer cosas como éstas para ayudarnos a volver a casa?  

Amigos en el camino….y faltan muchos más

Pero, ¿qué sigue?¿Cómo levantarnos cuando esta emocionante caída libre aterriza en un campo de espinas? Como el buen maestro que es, el viaje ya nos ha venido enseñando a tomar decisiones sobre la marcha y a replantearlo todo en tiempo récord. Queremos regresar a casa por un tiempo y, desde la calma que otorga volver a jugar de locales, trabajaremos en dos grandes proyectos en los que llevamos un buen tiempo invirtiendo grandes esfuerzos.

El primero, y más grande de todos, será escribir un libro en el que contaremos cómo esta experiencia de dos años como viajeros cambió nuestras vidas y la forma en que percibimos nuestro paso por el mundo. El segundo es darle vida a una gran asociación de blogueros de viaje en la que hemos venido trabajando de la mano con otros grandes viajeros que seguimos y admiramos.

En medio de todo seguiremos generando contenidos sobre viajes, les seguiremos recomendando destinos y no pararemos de compartir con ustedes la forma en la que vemos el mundo a través de nuestra lente. Afinaremos nuestra brújula y volveremos a las rutas. Porque el mundo nos espera y el impedimento de entrar a un país no nos detendrá. 

Sea ésta la oportunidad para agradecer a cada persona que nos ofreció su amistad, hospedaje y consejos en Estados Unidos y Canadá. Estamos seguros de que este obstáculo sólo aplazó nuestro encuentro y que será cuestión de tiempo para que podamos estrechar las manos.

Ahora soy yo el que da play a ‘La Voz’ cantando ‘My Way’ . Sus letras no dejan lugar a dudas: no hay quien nos quite lo viajado. El camino sigue, es muy largo y tenemos que andarlo.

***

He vivido una vida plena

Viajé por todos y cada uno de los caminos

Y más, mucho más que esto, lo hice a mi manera

***

He amado, he reído y he llorado

Tuve malas experiencias y me tocó perder

Y ahora, que las lágrimas ceden

Encuentro todo tan divertido

pensar que hice todo eso.

Y permíteme que lo diga, sin timidez,

oh, no, oh, no, no yo, yo lo hice a mi manera.

My Way, Frank Sinatra