México querido. Llevamos más de seis meses recorriendo tus entrañas y algunas semanas pensando en escribirte esta carta. Hay algo muy serio que debemos decirte antes de partir de tu tierra. Estamos perdidamente enamorados de ti.

Somos Andrés y Lina, una pareja de orgullosos colombianos que decidió dejar todo en su tierra para cumplir el sueño de vivir viajando por el mundo. En noviembre de 2015 te sumaste a nuestra historia viajera siendo el país número 15 que deja su tierra bajo nuestras botas. Todos nos gustaron. De todos guardamos recuerdos maravillosos. Pero a ti, México, aprendimos a amarte.

Te amamos por ser una tierra de postales vivas, un motivo para viajar con la cámara al hombro. Por ser ese país conformado por varios países pequeñitos, diferentes, diversos, que sedujeron nuestro lente y posaron siempre alegres, con una sonrisa auténtica, desprevenida.

Te amamos por inyectar en nuestros ojos esa paleta de azules que baña a Bacalar y por acunarnos en tu útero en forma de cenotes.  Por el agua que cae fuerte en Misol Ha, Agua Azul y se tiñe de turquesa en las playas de tu Caribe. Te amamos por la naturaleza hecha poesía en la Huasteca Potosina y los atardeceres naranja de soles redondos que nos dejaron sin aliento en la costa de Oaxaca.

Nos enamoramos de ti México, te decimos sin sonrojarnos. Pintaste nuestro corazón con todo el color que derramaste sobre las paredes de tus ciudades coloniales, donde un día los españoles derramaron tu sangre. Te amamos por esas callecitas caleidoscópicas llenas de cultura donde vivimos amaneceres y noches inolvidables. Porque los antorchistas guadalupanos nos mostraron que a fuerza de pedal la fe también mueve montañas. Por el día de la Virgen Morena en Campeche, la navidad en Mérida y el año nuevo en San Cristóbal de las Casas.

Te amamos porque cada que escuchamos la palabra Guanajuato nuestra alma se llena de alegría.  Por los callejones y túneles. Por los cerros invadidos de jacarandas moradas. Por el beso que nos dimos en el callejón del beso. Por las momias y el Pipila.

Por la ventana hacia el cielo que nos abrieron las Islas Marietas. Por las noches brindando con tus hijos con copas rebosantes de tequila y mezcal. Te amamos por tus mercados, México. Porque en ellos desnudas cada mañana tu alma, conformada de tanta gente buena que llena tu vida de colores, sabores y tradiciones. Por las ferias de tus pueblitos. Por el amarillo de Izamal. Por los cerros que dialogan y atestiguan la vida de los regios en Monterrey.

¿Cómo no amarte, México? Si cuando estábamos en Cholula desnudaste en simultánea las blancas cimas del Popocatepetl, el Iztaccihuatl y la Malinche para que nos lleváramos un instante imborrable. Si nos mostraste la belleza de tus cerros en Real de Catorce con los ojos del Peyote. Cómo no amarte si nos presentaste a los Mayas en Calakmul, Tulum, Chichen Itzá, Palenque y otras tantas maravillas de la historia. Si ganaste tu lucha contra cinco siglos que no pudieron acabar las raíces indígenas que conocimos en Chamula y Zinacantán. 

Gracias México querido. Gracias por el maíz y el frijol que nunca faltó, por las tortas de la calle en el DF, los chilaquiles del mercado de sabores de Puebla, los tamales vegetarianos en Coyoacán y los moles en el mercado de Oaxaca. Porque con una tortilla conviertes en taco cualquier cosa que se pueda comer. Porque con el chile más picante del mundo me enseñaste tu esencia, esa que hace que las cosas se disfruten en medio de lágrimas.

Gracias por el caos del DF, que convierte en una hazaña la vida diaria de cada chilango. Gracias por parirle al mundo ese Diego Rivera que levantó su puño contra los poderosos asiendo un pincel en nombre de la humanidad. Gracias por La Casa Azul de Frida, por el bosque de Chapultepec y la plaza de la Revolución.

Ya te amábamos desde niños con el Chavo del 8 en la pantalla y Molotov en el tocadiscos. Pero hoy te amamos en carne y hueso. Y en alma y espíritu.

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Con esta carta te declaramos nuestro amor, magnífico país. Por todo. Por ser. Por existir. Pero sobre todas las cosas por tu gente. Porque no importa su acento, ni donde vivan, ni qué costumbres tengan. A ellos les enseñaste a desbordarse en amabilidad. A ser educados, a saludar y a despedirse. A ayudar. Porque ellos siguen creyendo en ti, y te aman, a pesar de los infortunios que a diario pones en sus caminos.

Por la gente que nos saludó sin conocernos, por los ‘salud’ después de cada estornudo y por cada  ‘buen provecho’ que recibimos en las mesas de todo el país. Por las puertas abiertas de tantas familias que nos hicieron sus hijos, hermanos y amigos sin esperar nada a cambio.

Sigue adelante México. Levántate. Hazlo por ellos. No importa cuántos ladrones de cuello blanco satén de las urnas a desangrarte y se empeñen sin asomo de vergüenza en denigrar tu tricolor. Ni cuántos barones de la droga nazcan bajo tu cielo. Ni que tanto se hable mal de ti por culpa de unos y otros. No importa que tan altos sean los muros que tus vecinos del norte quieran construir ni cuán podridos sean los lixiviados que te lluevan desde su racismo. Mientras haya seres humanos poblando esta tierra se tiene que hablar bien de tu grandeza.

Y no importa tampoco el lugar del mundo al que nos hayan llevado nuestros pasos, siempre vamos a estar anhelando el día de nuestro reencuentro. Porque te amamos México, te amamos perdidamente.

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