Las frases las repetimos como mantras sanadores; una y otra vez. Como el coro de nuestra canción favorita. Como si fueran una contraseña de entrada:

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Lo mejor de viajar es ser testigos directos de la hospitalidad y la bondad de las personas.

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Desde que viajamos creemos con mucha más fuerza, con toda nuestra convicción empeñada, que de verdad existe lo que muchos llaman ‘La ley de la vida’: al que actúa bien, le va bien.

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Los tres años que llevamos como viajeros hemos experimentado una sensación que no nos abandona: creemos que estamos viviendo nuestra mejor versión de nosotros mismos.

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El dinero no es nuestro motivo ni nuestro impedimento a la hora de realizar nuestros sueños.

La felicidad hecha libro

Y entonces, la vida nos puso en la nariz una carnada para que aquellas prédicas sean justificadas en la práctica. Almorzábamos en casa luego de llegar del correo, que una vez más nos veía enviando paquetes con libros; esa vez nuestras letras viajaban a Cali, Medellín y Madrid. Era martes. Era 12 de septiembre. Una revisión de Lina a la cuenta bancaria le daba vida a una de las anécdotas más increíbles que hemos vivido juntos: a uno de nuestros lectores se le atoró el dedo en la tecla cero. En lugar de pagar su libro en $53.100 –unos 18 dólares-, depositó en nuestra cuenta $53.100.000. Cincuenta y tres millones cien mil pesos. Cincuenta y tres millones cien mil pesos por uno de nuestros libros. 18.000 dólares es una cantidad de dinero que nunca hemos visto.

Sencillamente no podemos creer que semejante cosa nos esté pasando a menos de un mes de haber lanzado nuestro libro. Miren nada más que en esta nota la Revista Semana dice que los 10 libros más caros que habitan las librerías de Colombia, juntos, valen $11’957.000. Nosotros habíamos recibido un pago de cinco veces esa cantidad, pero por un solo libro.

Hagamos cuentas: La Jebi nos costó unos USD 4.000 y por estos días no anda muy bien. Podríamos repararla. Podríamos hasta cambiarla. Tenemos una deuda considerable que adquirimos para pagar la realización e impresión de los dos mil libros de la primera edición. Podríamos pagarla. Por estos días nuestros esfuerzos se enfocan en conseguir un patrocinador que nos permita dar el siguiente paso de esta vuelta al mundo en carro: llegar conduciendo hasta el mundial Rusia 2018. Podríamos costearlo sin más.

Colina de San Antonio, uno de los lugares más emblemáticos de Cali

Pero no. Aquello sería transitar por la vida arrastrando un yunque de oro y nosotros preferimos andar livianos. Antes de que pudiéramos pronunciar esa cifra de seis ceros a la derecha, Lina estaba hablando con el dueño del dinero para hacerle saber su equivocación. Remataba la llamada con un “tranquilo. Hoy mismo tendrá su dinero de regreso. Ya vamos camino al banco”.

Si en el camino sólo hemos encontrado manos que dan, ¿por qué las nuestras habrían de ser la que quitan? Si lo más bello que nos han dejado los viajes –y la vida misma- son los amigos, ¿por qué quisiéramos tener un enemigo?

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Por teléfono el hombre de los tres ceros se escucha joven. Dijo que fue un empleado suyo el causante del error y que no tenía cómo agradecernos el gesto de honestidad. Entonces recordé las historias de esos taxistas que se encuentran bolsos repletos de billetes en sus carros luego de dejar un pasajero. Y prefieren regresarlos a sus dueños a vivir aplastados por el peso de una conciencia oportunista. Casi siempre termina en un final feliz para ambos personajes: el honesto y el agradecido:

  • Disculpa la pregunta, y que pena la indiscreción: ¿te gustaría comprarnos algunos libros de más? Eso nos ayudaría muchísimo.

La pregunta fue lanzada vía mensaje de whatsapp. Y la respuesta me lanzó dando saltos como un resorte buscando a Lina; gritando Lina, Lina, Lina:

  • Sí, claro. De esa plata descontame otros 20 libros. Te los voy a ayudar a promocionar con mis amigos empresarios.

Sin contar la noche del lanzamiento del libro, nunca habíamos vendido tantos ejemplares juntos. Gracias Ley de la vida.

Escribiendo dedicatorias el día del lanzamiento de Renunciar y Viajar el trabajo donde brilla el sol en Palmira, nuestra ciudad

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El hombre de los tres ceros a la derecha no nos conocía. No nos había leído nunca. Jamás había escuchado la historia de una pareja que renunció a sus trabajos para irse a cumplir un sueño loco de viajar por el mundo en una pequeña camioneta como casa rodante. El día antes de digitar tres ceros de más en su consignación, el hombre leyó en un periódico local una noticia titulada Cuando la vida se convierte en un viaje interminable, que hablaba de unos viajeros que pronto iban a lanzar su libro en Cali. Y que vendiendo esos libros quieren seguir financiando su sueño nómada. Y que quieren llegar al Mundial Rusia 2018. Y decidió que sería muy bueno apoyarlos comprándoles un ejemplar. Uno de 18.000 dólares.

Diario Q’hubo de Cali. Septiembre 6 de 2017

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Media hora de fila y un cheque de gerencia después, volvimos a ser los mismos de antes, pero con 53 millones menos en la cuenta y otros 20 libros vendidos. El hombre mandó a su empleado, quien se disculpó por el inconveniente que causó al malinterpretar –con tres ceros de más- las indicaciones de su patrón. “Ya le había dicho a mi esposa que tenía que vender el carro para poder pagar esta plata. Pensé que me iban a echar del trabajo”, nos dijo con el cheque en sus manos. Es bajito, trigueño, viste impecable. Nos compró otro libro.

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También nos ha enseñado el viaje que, cuando atendemos a las señales que la vida nos pone en frente, suele resultar algo muy interesante. Así que insistimos en entregarle personalmente los libros a El hombre de los tres ceros a la derecha: nos citó al día siguiente en su oficina y hasta allá llegamos cargando una caja repleta. Nos recibió el empleado al que le entregamos el cheque la tarde anterior: hacía un calor que ahorcaba; el patrón no está y parece que se demora.

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Mientras todo esto ocurría, La Jebi estaba en el taller con signos vitales inestables: radiador roto, bujías quemadas, sensor del velocímetro arruinado… la cuenta crecía y escuchar su motor rugiendo por las carreteras iba a tardar más de lo acostumbrado. Pero, aun estando en casa, la ley de la vida chasqueó sus dedos para que nuestra nave estuviera de regreso en los caminos, tal como ha sucedido en tierras desconocidas cada que una fatalidad mecánica se hace presente. La millonaria buena obra del día hizo que la Kangoo rockera volviera a sus andadas…

La Jebi en reparación

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“El patrón dijo que les entregara este cariñito, porque personas como ustedes, que hacen esas buenas acciones, son muy difíciles de encontrar en este país”, nos dijo mientras extendía su mano con un rollo de billetes que aceptamos sin siquiera contarlos. Un millón. Un millón más, aparte de los 20 libros que compró.

Y así, tal como lo recibimos, el dinero fue a parar a las manos del mecánico.

Conciencia tranquila y La Jebi de vuelta a la vida.

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Algo nos hace pensar que esta historia no ha terminado: aún no hemos conocido a El hombre de los tres ceros a la derecha. Aún no sabemos quién es, no hemos estrechado su mano ni agradecido su generosidad con este par de desconocidos. Tenemos una invitación pendiente a almorzar y seguramente una historia más nacerá de ese encuentro.

Prometemos contarles.

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316 páginas de inspiración pura para que emprendas un viaje sin tiquete de regreso hacia tus propios sueños. Crónicas y relatos viajeros de dos oficinistas que renunciaron a sus trabajos contados desde 15 países de América Latina con mapas y fotografías a full color. Con cada ejemplar que llega a almas viajeras en todo el mundo nos ayudan a seguir con este sueño nómada.

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